Cannibal Tours


A lo largo del tiempo el ser humano se ha desarrollado culturalmente de manera distinta haciéndose más notable si hacemos la comparación entre un lugar y otro del mundo, digamos el mundo occidental y la zona no tan occidentalizada de Papua Nueva Guinea. No quiere decir que una cultura sea mejor que la otra, o que en realidad sea más avanzada (muchas veces la tecnología implica el retroceso de la sociedad, por fuerte que ésto pueda sonar, ya veremos el ejemplo en documentales como War at Distance), sino que simplemente es distinto.
En el caso de Cannibal Tours, Jean Rouch nos presenta el choque de dos culturas que se convierte en un desencuentro de culturas, pues los retratados  no se muestran como  realmente son.  Existe un juego entre los turistas que escenifican su papel como tales, desobligados de sus labores diarias, “asombrándose” de aquellos seres pseudos salvajes que van a admirar, haciéndolos sentir culturalmente superiores. Por otro lado los nativos también escenifican su cultura, se venden ellos y su tierra tal como si se tratase de un parque de diversiones en el que todos, niños incluidos,  saben qué hacer para complacer al turista, y sacar beneficio de ello.
Jean Roch complementa su discurso con el lenguaje cinematográfico, del cual me llamó la atención la manera en que coloca en el audio música clásica y la mezcla con una sintonía radiofónica: La cercanía de algo que se encuentra lejano y es emitido para nosotros. La cercanía de esta cultura lejana que está ahí para complacer a los turistas.
Así es como en Cannibal Tours Jean Rouch ejemplifica cómo la influencia de una cultura sobre la otra, y el que todo esté en función de un utilitarismo, lleva a provocar una pérdida de identidad, algo parecido a la globalización  hoy en día.




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